28.3.17

Sobre porqué soy bien pata de perro

La tristeza prepartida, ésta fue en el
hermoso Buenos Aires.
Viajar es una de las actividades que más disfruto, una inversión tan redituable que me es imposible dejar de lado. La pasión que tengo por viajar se la debo a mis padres pues desde pequeña me dieron la oportunidad de conocer otros mundos, de abrir los ojos más grandes y de saber que lo que tengo frente a mí no es lo único que existe. Me guiaron a convencerme de que la vida está llena de oportunidades infinitas en todos los sentidos. Atesoro recuerdos de la niñez en los que viajábamos a lugares completamente diferentes a los que crecí en los que me divertía al impresionarme con la diferencia que existía entre lo que yo veía día a día y lo que conocía en cada lugar nuevo que pisábamos. Estas enseñanza entre otras están talladas en mí, grabadas como las huellas que se quedan en el cemento cuando fue pisado en su fase de secado. Están tan arraigadas que se han convertido en parte de mi espíritu, de mi persona que es considerada aventurera. "El ave no es del nido donde nace sino del Cielo en el que vuela".
Una de las cosas que impulsa mi alma de pájaro es el conocimiento de que para volar no se necesita más que las ganas de hacerlo pues basta con ahorrar un poco de dinero, buscar el tiempo para alzar el vuelo y elegir el destino en el que se desea aterrizar. Una vez tomada la decisión no se requiere nada más que la convicción del deseo de hacerlo, se necesita eso y ya, no es menester ir acompañado, pues para llegar a donde se sueña el apoyo y compañía de los que quieres es importante más no imprescindible, si se tiene hay que cultivarlo y cuidarlo y si no hay que seguir adelante y viajar hasta donde se quiere llegar sin pisotear a los vecinos del viaje. Cuando viajas te percatas que existen muchos otros con el mismo destino que tú y sobra decir que es mejor tenerlos como aliados que como enemigos. Yo por ejemplo, he tenido la fortuna de conocer todo tipo de personas en mis viajes, siendo mayor la cantidad que conozco cuando me voy sola con mi mochila. Me han compartido tantas experiencias, ideas y perspectivas, que seguramente no están conscientes de que cada uno ha contribuido de alguna forma en la manera en que mis ojos ven las cosas. Todas las personas, culturas y países son diferentes pero siempre tienen más parecido del que creemos y es esa la clave para lograr la comunicación con aquel que parece tan diferente, saber que lo parecido que tenemos nos permitirá entendernos y lo diferente nos enriquecerá pues nos lleva a tolerarnos. La tolerancia es una de las cosas que más he desarrollado como consecuencia de mis viajes. Y la realidad es que después de cada viaje a pesar de que llego con la cuenta bancaria vacía me siento más rica, pues siempre regreso ignorando menos que cuando me fui. Y siempre que se acaba el vuelo, regreso con ganas de más, es como una droga pero una a la que no se desarrolla tolerancia (afortunadamente), es un vicio que mi mente busca siempre que tengo días libres, es una pasión que predomina en mi vida, es algo que me brinda un bienestar inigualable. Es por éstas y mil cosas más de las cuales escribiré después, soy como dicen "bien pata de perro".
Y aquí estoy frente a la cascada de Basaseachi, una belleza chihuahuense.


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