Mi tatuaje es como todo, es lo que cada ojo vea. |
Considero que los sentimientos son
de las mayores virtudes que la evolución nos ha brindado pues nos permiten
disfrutar a demasía muchas situaciones de la vida. Existe la contraparte, o
séase el sufrimiento a demasía, que cuando es sostenido se bautiza como
depresión, siendo ésta última una patología que prevalece en la población hoy
en día. Afortunadamente formo parte de ese porcentaje de personas que padeció o
padece dicho trastorno, y digo afortunadamente porque el hecho de haber vivido esta
enfermedad en carne propia me permite el rápido entendimiento y reconocimiento
de la misma en otros individuos y ayudarlos antes de que sea demasiado tarde.
Cabe aclarar que con esto no quiero decir que los que no han vivido una
situación semejante a la que ven que hace sufrir al prójimo no sean capaces de
sentir empatía, lo que quiero expresar es que todo se aprende y recuerda mejor
cuando se experimenta personalmente que cuando se hace con base a experiencias
ajenas. En mi corta vida he tenido tres periodos depresivos diagnosticados,
cada uno de ellos vividos en situaciones muy diferentes pero siendo el común
denominador mi falta de inteligencia emocional. Vivir en un estado depresivo es
similar a existir viendo en blanco y negro, a sentir frío todo el día, un frío
que te congela y adelgaza, convirtiéndote en un ser tan frágil que hasta el
viento soplado por un niño puede desintegrarte. Es vivir con los sentimientos a
flor de piel, manteniéndote en un estado de sensibilidad excesiva que resulta
enfermizo. Es sentir que la vida es una película aburrida en la que eres un
extra, lo que te lleva a pensar que tu ausencia en ella probablemente la
tornaría entretenida o simplemente no habría cambios en la misma, o sea una
indiferencia ante el curso de las cosas. Es respirar porque lo haces
automáticamente no porque tengas deseos de hacerlo. Básicamente es convertirte
en un robot. Y si la enfermedad avanza los síntomas se agravan hasta culminar
en la emergencia psiquiátrica más temida, la ideación suicida o bien el intento
del mismo y en el peor de los casos para los seres queridos el éxito del
suicidio. Encontrarse en un episodio depresivo es de por si terrible, tener
ideación suicida es una situación aún peor. En mi caso cuando en mi mente
deprimida empezaron a asomarse las ideas de que terminar con mi vida era la
solución de todos mis malestares, me invadió un miedo tan grande que me resulta
imposible describirlo. Inicialmente intenté el autocontrol con las técnicas
enseñadas por mis psicólogos previos, sin embargo la presentación de las ideas
fue cada vez más frecuente, hasta que me percaté de que la posibilidad de
llevarlas a cabo era muy alta, siendo ese momento en el que acepté que yo no
podía controlarlo y que necesitaba ayuda. Me armé de valor y con el miedo de
ser juzgada confesé el estado en el que me encontraba y mis antecedentes de
cuadros depresivos, pedí ayuda sollozando sintiendo una debilidad infinita. Y
es que aceptar estar enfermo es difícil y es aún más dejar que otros sepan que
lo estás. En lo personal hablar de mis sentimientos es de las cosas que me
resultan más difíciles, no es que no lo haga por falta de confianza a los que considero
amigos y familia, no lo hago porque simplemente me resulta sumamente difícil.
Expresarlo escribiendo es lo mío, pero no siempre es suficiente, hablarlo e
incluso en ocasiones gritarlo es la mejor catarsis. Y bueno después de confesar
mi patológico estado mental obtuve un apoyo que sinceramente no esperaba, me
percaté del cariño que despierto en muchas personas y de lo importante que soy en
su corazón, mismos que me ayudaron a darme cuenta de que valgo la pena, que si
bien no soy indispensable soy una persona valiosa para ellos y lo puedo ser
para otros. Que tengo mucho que ofrecer y mucho porque vivir. Que el sentido de
la vida no es el mismo para todos y que buscar respuestas claras a todos mis cuestionamientos
es meterme en un laberinto sin salida. Que la vida es dura pero no imposible y
que todo, todo depende de los ojos con los que veas las cosas. Gracias al apoyo
de mis seres queridos, de aquellos de lo que yo creía les era indiferente mi
persona y de expertos en el tema logré salir adelante. Lo agradecida que me
siento con ellos jamás podré expresarlo porque es demasiado, pero sepan que
siempre podrán contar con mi persona y que mi cariño por ustedes es mucho. Y
puedo escribir con gusto que me encuentro escribiendo esto sin lágrimas en los
ojos, sin miedo a ser juzgada y con el fin de romper los tabúes sobre las
enfermedades psiquiátricas, especialmente en el mundo médico, que es el mundo al que
pertenezco.
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