5.7.13

D.F.

Cafecito

Desde hace diez días estoy viviendo en el D.F. y por extraño que pueda parecer aun no extraño mi casa, todavía no me invaden ganas de volver a las comodidades de mi hogar. Tal vez sea porqué sé que estaré poco tiempo aquí, tiempo insuficiente para comenzar a extrañar.

Estoy en una ciudad lejana y gigantesca, donde ciertas costumbres son muy diferentes de las mías. Una de ellas, la que más me ha costado asimilar es la excesiva afectuosidad de los lugareños. En el transcurso del día recibo tantos saludos de beso acompañados de abrazos y sonrisas que a veces siento como si fuera mi cumpleaños y todos hicieran eso para felicitarme. Desconozco si lo hacen con legítimo afecto y cariño o por mera cordialidad, sospecho que es la segunda razón. Sea como sea esto en particular me ha puesto en una situación difícil pues si no soy muy afectuosa o cariñosa con los que quiero, está de más decir que mucho menos lo soy  con desconocidos o personas que me son indiferentes. Aquí he tenido que fingir extrema simpatía y sonrisas. ¿Será que en mis tierras somos muy secos e inexpresivo o que aquí son todo lo contrario pero sobremanera?

 No me molesta el cariño, lo que me molestan son los excesos. Así como la cursilería en el enamoramiento, estos efusivos saludos y afectos me cansan. No es nada grave, sólo es cuestión de acostumbrarme.

Estoy muy feliz acá. Me encanta. 



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